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REFLEXIONES SOBRE LA ACEPTACIÓN DESDE EL ARTE

  • Foto del escritor: infofishbolivia
    infofishbolivia
  • 18 oct 2021
  • 5 Min. de lectura

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El arte, tanto su contemplación como su práctica, desarrolla la sensibilidad humana, expande el grado de percepción de las emociones y descubre el mundo interno y las subjetividades.

La humanidad se ha apropiado tan íntimamente del arte, que el desarrollo personal de quienes han decidido formar parte de ese universo de ensueño se ve marcado e influenciado por su inclinación artística.

En tales circunstancias, es imprescindible abordar la incidencia positiva y benéfica que ejerce el arte en las vidas de los individuos; y es agradable enfatizar la aceptación.

Pero es necesario aclarar que aceptar no significa ceder irremediablemente ni otorgar con sumisa tristeza. Aceptar, desde esta perspectiva, denota y connota apertura, claridad, entendimiento, satisfacción plena.

La aceptación desde el arte proviene de las experiencias que se acumulan y almacenan del día a día artístico: el estudio metódico; el contacto con maestros, compañeros, amantes del arte; la contemplación espiritual e intelectual; y, esencialmente, la introspección, la mirada hacia dentro de uno mismo.

La aceptación a partir del arte es una labor muy personal, es una decisión consciente: mi práctica, mi entendimiento acerca de mi arte me ha enseñado, me ha mostrado esto y/o aquello; y, en consecuencia, yo opto, yo comprendo, yo valoro, yo asumo … con la mente y el corazón en tranquilidad.

La relación con el otro desde mi Arte (aceptar al otro)

El arte aglutina a varios artistas, algunos más hábiles, otros más dedicados; todos bien dispuestos y enamorados de su práctica. El hecho de coincidir en la inclinación artística no implica coincidir en aptitudes intelectuales, en destrezas físicas, mucho menos en valores ni formas de obrar. Cuando escogemos admirarnos de esta multiplicidad de gentes, mentes y sentires y notamos que el amado arte se enriquece al acoger, estamos en la posibilidad de aceptar el aporte del otro: su pensamiento, palabra y acción. Dejaremos de sentirnos aludidos por actitudes que no compartimos, entenderemos que el arte está abierto a todas las posibilidades del ser y que nosotros mismos somos una de tantas tales posibilidades. Evidenciaremos que existe un arte para cada artista, pues cada cual asume un enfoque, una postura, un trato distinto; y si bien esa visión artística puede no ser compatible con la nuestra, es posible que, al observarla, realicemos descubrimientos, ampliemos los horizontes de nuestro entendimiento. Desde luego, no caeremos en la justificación de comportamientos inadecuados e injustos; pero los apaciguaremos con inmensa calma y nos pondremos en modo ayuda y apoyo para evidenciarlos y transformarlos a bien. Aceptar al otro en su integridad y totalidad impulsará al otro a aceptarme, también, en mi integridad y totalidad. El entorno artístico se edifica pieza a pieza. Nosotros, compañeros artistas, somos los constructores, los encargados de la solidez y belleza de la creación final.

La relación conmigo desde mi Arte (aceptarme)

El arte torna en una apropiación absolutamente personal, y cuando el artista acepta humildemente la comunión entre su arte y su propio ser, está listo para imbuirse en cambios profundos y alentadores. En mi ejercicio artístico, me hago plenamente dueño de mi cuerpo y mis sentidos: descubro su potencial y acepto sus limitaciones. Reconozco que poseo habilidades únicas y muy particulares, las configuro, las potencio, las valoro, las muestro, me siento a plenitud en ellas. No obstante, de igual forma, reconozco que mis habilidades no son infinitas y su punto límite es, probablemente, la cúspide de las habilidades de otro. Y, entonces, me reconozco, pero no en las características del otro, sino en mi ser especial y en el aporte sincero que brindo a mi arte y a mis compañeros de arte. Asumo mis debilidades y mis rasgos un tanto antipáticos. Noto que soy el centro de mi propio mundo; pero, de ninguna manera, soy el centro del mundo de quienes me rodean, me acompañan, me respetan, me sostienen, me quieren; personas quienes me regalan su tiempo y atención; mas no por mi rótulo de artista, sino debido a que han vislumbrado algún don de mi esencia particular. Aprendo a conocerme, a analizarme; consigo felicitarme, llamarme la atención; logro motivarme y respetarme; estoy dispuesto a amarme. Acepto pacíficamente que debo atravesar etapas de formación, crecimiento, consagración y descanso, tanto profesionales como personales, y que el terminar una etapa no supone vacío ni desolación; el culminar una etapa trae consigo sabiduría y satisfacción, además de la apertura de nuevos ciclos vivenciales. Yo, artista, me miro y me escucho a través de mi arte.


La relación con el entorno desde mi Arte (aceptar el cambio)

El arte jamás ha sido inamovible, invariable, lánguido. El arte siempre ha manifestado cambio, renovación, transformación. Su carácter tan intrapersonal explica y sostiene sus infinitas gamas. El arte se asemeja a la existencia misma: repleta de acontecimientos que se transfiguran, que son causa y consecuencia en el tiempo, que son efímeros o perdurables, que pasan levemente o dejan impronta. Desde mi posición artística, voy aprendiendo que no es posible asumir un control absoluto sobre las situaciones cotidianas, ni las personales, ni las familiares, ni las grupales. Una decisión precipitada, una renuncia forzosa, un rompimiento doloroso, una pérdida irreparable, una decepción sorpresiva; un reencuentro añorado, una meta cumplida, un golpe de suerte, un regalo amoroso: todos ocurren y ante ellos no existe control alguno, pero sí gestión de nuestra respuesta, de nuestro entendimiento, de nuestra aceptación ante la fluctuación y renovación de la vida. Yo acepto que los ciclos son la vida misma. Yo acepto que una temporada habitaremos físicamente y después habitaremos en las estrellas del recuerdo; yo acepto que las uniones pueden, en algún momento, separarse y distanciarse; yo acepto que los proyectos pueden cumplirse o no; yo acepto que los apegos materiales son simplemente eso: apegos y, como tales, se dejan pasar; yo acepto que las circunstancias me cambian como artista y como persona. En esencia, yo acepto que soy una hoja en el viento de la vida, y donde sea que repose, lo haré con suavidad y delicadeza.

La capacidad de agradecimiento desde mi Arte (aceptar con agradecimiento)

Es indudable que el arte nos proporciona momentos de gran sensibilidad. Júbilo, apasionamiento, desazón, repudio, empatía y más son el día a día emocional del artista. Cada experiencia es acogida visceralmente y, ciertamente, resulta agotador. No obstante, el artista es capaz de cultivar una variedad sorprendente de emociones, las cuales otorgan intensidad a las experiencias y culminan en un gran bagaje de aprendizajes personales, ampliamente nutridos gracias a la convivencia con tutores, colegas y distintas artes que han aportado silenciosa y significativamente a la mente y al corazón. Entiendo y acepto que todos y cada uno de los actores del escenario de mi vida artística han interpretado un rol, y es mi opción extractar el material vital y nutritivo de esa participación y valorarlo y agradecerlo. Es así que, a partir de esta claridad de percepción, mi ser esencial valora, aprecia y agradece a mi ser artista por estar dispuesto a continuar, por estar dispuesto a sobrellevar, por estar dispuesto a reconciliarse, por estar dispuesto a renacer, por estar dispuesto a aceptarse y a aceptar. Aceptar la influencia de nuestro arte en nuestra cotidianeidad y agradecerle por habernos permitido formar y hacer parte de su mágico mundo es un principio de bienestar espiritual.

Y es que el arte procura diversos grados de aceptación en diferentes aspectos del relacionamiento con uno, con los demás y con el entorno. Cada quien habrá de descubrirlos, a su debido tiempo, y saborearlos, en la medida justa, por sí mismo.

Finalmente, la aceptación primera consiste en ser plenamente conscientes que como humanos nos espera un camino en el cual desarrollaremos indefectiblemente nuestras aptitudes físicas, intelectuales y emocionales. El trazado de ese camino será la obra maestra de nuestro artista interior.


Lily Edith Centellas Levy


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  • Titulada en Ciencias de la Comunicación y Lingüística.

  • Diplomada en Dirección de Proyectos y Museología.

  • Certificada en Coaching Emocional.

  • Artista escénica. Bailarina y Profesora de Danza Clásica.

  • Asistente de Dirección en la Escuela de Danza Clásica "Danzarmonía", Cochabamba - Bolivia.


 
 
 

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